De Papel
A Nilde,
Había decidido escribirte sobre un trozo de papel, que pudiese viajar hacia
ti como se hacía antes. Era más personal. Quedaban marcadas las huellas de mis
dedos. También quedaban las marcas de mi pulso. Me gustaba la imposibilidad de que
el papel quedase liso e impecable. Los pequeños relieves húmedos que lo arrugaban
eran necesarios, hablaban parecido a mi piel. Cada emoción quedaba impregnada
en aquellas arrugas, cada latido de más se apoyaba en mis letras, se pegaba en
ellas. Había decidido escribirte y dilatar la historia que me agarra a ti, cantarla
con el vibrato ritmado de mis recuerdos. Busqué una hoja especial. Abrí varios
cajones. Saqué todo tipo de papel: blanco, de calco, papel tamizado, papel
tupido, papel más fino, de seda, cartulina y cartoncillos, trozos irregulares,
cuartillas, folios, restos de recortes, restos de regalo, papel satinado,
también pinocho y japonés… en fin, todos los que guardaba. Elegí uno de hilo,
color hueso. Cogía el sudor de mis manos y agarraba la punta del bolígrafo lo
suficiente para que las letras fluyesen sin resbalar. Luego elegí el bolígrafo.
Puse los que tenía esparcidos sobre la mesa, los removí con los ojos cerrados y
escogí uno al azar. Salió verde. Lo cambié por el negro que me gusta más. Me
senté y empecé a escribir. Hola. Me quedé parada con el punto. Toda esa
historia que te quise cantar, todos los recuerdos que me latían, TODOS, se pararon de golpe.
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