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Mostrando entradas de mayo, 2020

Primavera

¿Qué hora es ? He perdido la aguja de las horas. Los minutos que son, los sé: veintiocho. Ya es primavera. Al campo le subieron los olores y las hierbas. Los árboles volvieron al verde.   Por fin hace calor. Un poquito de sol en la piel. Se ruborece al tocarla por lo frágil que es. Mi piel sonríe, como una hoja minuta que asoma tímida en la rama joven y desnuda, en el árbol viejo que se emociona con los primeros rayos calientes de abril. Mis ojos sonríen también. Y mis labios. Y mis oídos se deleitan con el canto fresco de los carboneros que vienen y van de un lado a otro, de aquí para allá, poniéndolo todo perdido de piares alegres, de grititos con plumas de color, de luces que se enredan con más luces y que van a chocarse como gotas de agua, sobre mi cara embobada de sol. Qué dulce es el sabor del perfume de las primeras flores. Qué feliz se siente el aire acicalado y qué coqueto se viene a pasear a mi lado. Ya casi se me olvida la brisa afilada del frío austero que lo más que me

El final de la fiesta

Corren trompetas Y cenizas de seda En las aceras mofred, mayo 2020

Tsunami

Un mar profundo Hierve en la tierra abierta Arde con pena mofred, mayo 2020

Perfecto amor

El cuello se eriza, me habla. De las tardes naranjas, de las cortinas, del lino sudado en la mar Caricias quietas asustadas como yo en un silente azar La noche sigue dormida. Un escalofrío la mira descansar. Corren las pieles Los dedos me matan de paz mofred, mayo 2020

Una última vez

Lucía cerró la puerta de un portazo. Fue tal el estruendo, que incluso el eco se asustó al golpearse contra los muros vecinos. Al otro lado de la puerta, Sonia  seguía en pie, inmóvil y algo asustada. Esperaba que Lucía cambiase de opinión; tenía dos billetes en la mano. Ya no quedaba casi nadie. Madrid se había convertido en un inmenso espacio ausente, repleto de calles gigantescas que sumían a la ciudad en un silencio inaudito. De vez en cuando, pasaba un camión-bus. Al llegar al portal, Lucía vio uno pasar del otro lado de la calle. Lo llamó. Necesitaba sumergirse en sus recuerdos, por última vez. Ellos también se desvanecían. No le daba tiempo a despedirse. La boina tóxica, que cubría la ciudad, estaba a punto de colapsar. El desplome de partículas era inminente. Lo decían en la radio. Dentro del camión-bus, no había nadie. Sólo el conductor. Se saludaron y ella se agarró para subir. No hizo falta decir nada. Hacía el mismo camino de siempre. mofred, diciembre 2019

Ginkgo

Los campos se vuelven luminosos, más que el oro, mucho más. ¡Mira! La tierra ya está dorada, cubierta entera. Hasta el horizonte se ha alejado. ¿Lo ves? Se ha parado más allá, junto al alba. Allí. Y se pasará así varios días, hasta que a la tierra la desnude el sol de su manto-vestido, de su piel-amarillo. Quién sabe cuántas letras escribirán sus hojas. Letras de amor. Unas muy bellas. Y harán al mundo temblar como lo hacen mis pies que están deseando mezclarse, perderse. Como si supieran que el viento les tintará los dedos con la miel. Como si ya lo supieran todo, antes que yo. Porque se lo dicen las hojas, porque lo saben de sobra. Porque brillan tanto, que de pronto ya no importa más nada. Tan sólo andar y reírme, abanicarme. Tirarme al suelo, con las estrellas, ahí… Y tú, ¿quién eres? mofred 2016

Azahares de Oriente

El viento ha vuelto a sacudir en la ventana. Nos ha dado un pequeño susto, pero enseguida pasa. Basta que sacuda de nuevo. Es uno de esos vendavales de primavera que alegran el día a cualquiera, con esos perfumes que trae. ¡Qué me van a decir a mí, que me sienta tan bien este olor a pitósforo, cuando me llega de pronto! Me recoge en la cintura, me sube por el tronco, en espiral y me acicala en el cuello, por la cervical. ¡Ay, qué sabor fresco! Lo saben bien las abejas que se vienen todas a tropel, a extasiarse en los ramitos en flor, a chapucear en los azahares de Oriente, todas las veces que pueden. También, te gusta a ti este olor a dulce. Me miran tus ojillos, tu boquita manchada de aceite y tomate, arrugada con una sonrisa de pilla que a la misma belleza enternece y somete a tus caprichos fieles. Dices algo que no entiendo. Lo repites. Una y otra vez. Lo repites tantas veces que el bucle se complica, se vuelve un torbellino de intentos, de ansia, de amor y de juego. De repent

Haiku al agua de las nubes

Agua de alféizar Charco magenta intenso Grito de un sueño mofred